Crédito liquidador de operaciones

La actual crisis financiera está dando pie a muchos análisis y comentarios. Los que he apreciado más son los didácticos que han derrochado humor. Espero que podamos extraer buenos aprendizajes de esta experiencia, y que relacionemos mejor los activos virtuales con los reales que los debieran sustentar. La mayor liquidez de los primeros desaparece si desconfiamos al no ver algo tangible fruto de las operaciones.

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Viñeta de Hipo, Popo, Pota y Tamo (El País 081001)

Sonrío cada que vez que pienso en el «credit crunch». Me hace gracia la expresión, aunque reconozco que a muchas personas debe de gustarles muy poco en los tiempos que corren, sean ciudadanos o empresarios. Supongo que mi gratificación proviene de relacionarla con ciertas barritas que, además, mi esposa logra que asocie a nuestras placenteras, aunque escasas, actividades deportivas al aire libre.

Ahora la he recordado al leer un artículo de Pilar Almagro. Ella no la usa; centra su reflexión en la «liquidez». Perplejo me he quedado al leer que ella, directora general de una empresa de obras en los sectores de la construcción, industria y telecomunicaciones que diseña y aplica soluciones de acceso y seguridad en obra pública y privada, escribe que:

«La empresa, como un ser vivo, se ha de ganar cada día su derecho a la supervivencia. Pero también, como ser vivo, necesita alimento para subsistir, es decir, liquidez.»

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Agua corriendo en cascadas (cc dbarronoss)

Yo, que desde hace ocho años procuro ganarme la vida como pequeño empresario, que he comido bastantes productos «crunchies», que he ingerido líquidos de varias clases, nunca hubiera dicho que mi empresa necesitaba alimentarse de «liquidez».

Quizá ello sea debido a que el dinero que hemos empleado en nuestro emprendimiento procede de los socios inversores y, sobre todo, de los clientes que adquieren nuestro producto. No viene de las entidades financieras o de las ayudas públicas. Reconozco que esto lo hemos intentado en tres ocasiones, a pesar de las trabas burocráticas. No obstante, la petición de avales personales, o la aplicación de criterios de solvencia inviables en emprendizajes innovadores, han hecho que pronto desistiéramos de beber «líquidos» de esas fuentes. Nada que objetar. El que administra dinero de terceros debe de establecer las cautelas precisas. Otra cosa es la coherencia con el mensaje de apoyo al emprendizaje con cierto riesgo.

Recuerdo más o menos —de la lejana etapa en la que también me alimentaba con lo que nos decían y debatíamos en el MBA—, lo del circulante, el apalancamiento, el coste del capital, el ratio de solvencia, etcétera. Lo que se me ha olvidado poco es lo de los riesgos financiero y operativo. Siempre me ha preocupado e interesado más el segundo que el primero, y lo que me quedó muy claro era que no debía de jugar con el financiero sin haber controlado bien antes el operativo.

Si los datos de Pilar son ciertos:

«entre 1950 y 1980 en la OCDE por cada dólar generado por el crecimiento económico se generaron 1,5 dólares de crédito, mas en el 2007 la proporción había aumentado de 1 a 4,5. ¿De dónde provino esa liquidez? Del endeudamiento masivo y la inseguridad financiera.»

Con estos datos digo yo que, si un banco me hubiera prestado uno de esos 3,5 dólares «líquidos» (virtuales), la probabilidad de que me los reclamasen ahora sería 4,5 veces mayor que si me los hubiera dejado alguien de confianza. La paradoja es que estos dineros ficticios se crean a base de confianza, y también de imaginación, de ilusiones, de ambiciones, de ocultaciones…

Supongo que estudié una ingeniería porque, no sacando malas notas en filosofía o matemáticas, siempre me gustaron las operaciones con las que uno construye algo después de haberlo imaginado, concebido, modelado, diseñado, proyectado…, ya sean «constructos» materiales o lógicos, tangibles o no.

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Heron Quays, 20, 25 Bank Street (Lehman Brothers) & Canary Wharf Bridge - London Docklands (cc Craig Grobler)

Las construcciones no tienen que ser siempre caminos, puentes o edificios. A veces me he ocupado en «levantar» sistemas organizativos, esquemas pedagógicos, programas de ordenador, manuales de procedimientos, modelos de cálculo… Curiosamente nunca me ha dado por la ingeniería financiera, ni por la construcción de productos estructurados o derivados para los mercados de capitales. Como tengo compañeros de colegio, de escuela técnica o de negocios que se ganan la vida de esa forma, supongo que hubiera aprendido a hacerlo suficientemente bien si alguna vez me hubiera puesto a ello. Nunca me atrajo, y tampoco he pensado el porqué. Tendré que hacerlo en otro momento.

Siempre me ha parecido el «hacer dinero» es algo apasionante, siendo otra forma de referirse a la liquidez financiera. No me refiero a la acuñación de moneda, la impresión de billetes o el amasamiento de una fortuna, que también tienen su atractivo. Hablo de hacer creer a la gente que un papelito «denominado» de una manera determinada tiene un cierto valor, es decir, un potencial equis para poder intercambiarlo por algo material que nos alimente, abrigue, resguarde, transporte, satisfaga…, o que haga que nos sintamos más seguros y felices.

Lo de la denominación me ha hecho recordar la muy recomendable entrevista satírica interpretada con motivo del desastre del banco Northern Rock en octubre de 2007 por Bird & Fortune dentro de un programa especial de TV sobre The Long Johns. Tuvo muchas vistas en YouTube hasta que retiraron el vídeo por la reclamación de la propietaria de los derechos del programa (ITV Productions Ltd.) John Bird y John Fortune son dos clásicos cómicos británicos que andan ya de vuelta gracias a sus cerca de setenta añitos. El programa de TV sobre ellos se intercambia en las redes P2P.

En la parodia referida explicaban divertida y claramente (en inglés) la crisis de las hipotecas sub-prime. Este diálogo hilarante está circulando nuevamente por la blogosfera (subtitulado) con motivo de los recientes fiascos bancarios en Europa y «Usamérica». En abril de 2008 comenzaron la 13ª serie de su show con Rory Bremner en Channel Four, donde los chistes de esta temporada sobre el «credit crunch» casi deben de formar parte del decorado.

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Cabecera de la parodia sobre la crisis de las hipotecas (© ITV)

En este tipo de sketches me parece llamativa la naturalidad con la que entendemos y asumimos algunos tinglados económicos cuestionables, singularmente en comparación con el rechazo social que suscitan otras manifestaciones liberales en España. Pudiera ser que, como lo explican en inglés, aquí no lleguen a enterarse muchos políticos y sindicalistas, que parece que desaprovechan esas enseñanzas para defender una regulación más proteccionista. Sin embargo, bien pensado, si éstos quisieran, podrían leer las explicaciones sobre la crisis ninja (la misma de antes) que Leopoldo Abadía mantiene al día.

Resulta claro que el humor abre muchas puertas (y mentes). Parece que todo entra mucho mejor de esa manera. Mientras llegamos a enterarnos de que podría haber motivos para regular la actividad económica y subsidiar más (o menos) con «gastos sociales», los españoles seguiremos liderando algunas estadísticas de la UE, y sin subir posiciones en otras. Ahora bien, ¿pudiera ser que también existieran caminos alternativos, como educar de otra forma y enseñar otros idiomas? ¿No sería más conveniente para prevenir crisis futuras el que cada persona emprendiera su camino en la vida, y el que cada palo aguantase su vela protagonizando responsablemente sus decisiones sin que el Estado le tutelara tanto a partir de la «mayoría de edad»? Desde mi punto de vista, ello no implicaría llegar a ciertas «barbaridades», pero reconozco que desconozco la escuela económica austriaca.

Regresando al punto que me ocupaba, debe de ser que la ingeniería financiera no me gusta porque siempre me ha sonado a engañifa, a truco de ilusionista. No es que opine que esto es malo. Lo que pienso es que, antes de alimentar el espíritu con ilusiones, hay que nutrir el cuerpo. Creo que «el alma está en el cerebro» y que, sin materia, no hay soporte para sentimientos de confianza, ni de ningún otro tipo.

¿Será que mis operaciones tienen más riesgo del que me gustaría y no me atrevo a alimentarme con liquidez exuberante…? No sé, quizá si operase con algo más de humor que de seriedad, ¿lograría más clientes…? 🙂 .

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9 comentarios en “Crédito liquidador de operaciones

  1. Me quedo con tu frase: «La ingenieria financiera no me gusta porque siempre me ha sonado a engañifa.» Para engañar a alguien implica desconocimiento, cuestión que ha ocurrido con los grandes artificios financieros que circulan por ahí, y estos productos me parece a mí que han engañado hasta al inventor de los mismos.

  2. Remo, creo que bastante tiene de lo que dices una liquidez generada mediante ciertos productos financieros «innovadores». ¿Cómo es que los que más experiencia tienen en el funcionamiento de un sistema tan sofisticado lleguen a desconfiar hasta el punto de no prestarse dinero entre ellos, y hacer «crujir» así el crédito?

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