Mentiras a la carta

Ayer lei dos artículos que me han llevado a escribir esta larga nota porque tenía una especie de compromiso tras unos comentarios en el blog de Josep María Huch (Guru Huky). Uno es de Antonio Elorza y habla de mentiras y silencios. El otro es de Manuel Arias Maldonado y trata del origen del proceso independentista actual en Cataluña. Voy a aprovechar para agrupar aquí otras referencias que he ido recopilando y guardaba desperdigadas.

Miles de personas en las calles durante la celebración de la Diada 2017

A. Elorza termina su artículo, a propósito de la carta de los separatistas enviada al FT, con: «los grandes intereses capitalistas -y ahí está el Financial Times- quieren que esto se resuelve como sea. El discurso de Puigdemont lleva dentro la amenaza; el de Rajoy solo es silencio. Ganan los mentirosos.»

No van a ganar los seguidores de la posverdad, ni me parece bien el silencio para responder a los que comparten de alguna manera los objetivos separatistas, aunque no lleguen a mentir para perseguirlos ni se vean tan abducidos por el delirio colectivo que expone Rafael Latorre.

Ignacio Varela —un analista experto en comunicación política que ha trabajado para el PSOE— es uno de los que ha diseccionado en su columna la carta de los cabecillas secesionistas exponiendo sus trampas y mentiras. También lo han hecho los periodistas Rafa de Miguel y Álvaro Carvajal.

Otros buenos analistas se han ocupado este verano del 2-O, como Fernando Rodríguez Prieto, Joaquim Coll, Ramon Marimon o Tomás-Ramón Fernández. Incluso hay quien, como Manuel Cruz, nos anticipa qué mentira van a contar los indepes cuando traten de justificar su posición tras su nueva performance separatista.

Quiero aclarar que en mis referencias no están quienes se limitan a apelar al diálogo político porque, como nos han recordado Jose Antonio Montano y Fernando Savater recientemente, no siempre se puede dialogar para encontrar soluciones.

Libro Francesc de Carreras - Ariel, abril 2014

Sí hay análisis de los muchos que han estudiado las causas de la situación actual pensando en sentar bases para las posibles rectificaciones y reconducciones de la situación, como Cayetana Álvarez de Toledo, Félix Ovejero o Josep Piqué. Incluso alguno de los que lo hicieron hace años, como Miquel Porta Perales.

Entre los que llevan tiempo escribiendo del nacionalismo debo singularizar lo que ha venido reiterando desde hace años el catedrático Francesc de Carreras, como cuando comentó el resultado de las últimas elecciones autonómicas: «desde el primer mandato de Jordi Pujol en 1980, la estrategia política de construcción nacional que se empezó a llevar a cabo estaba pensada para que en el momento más conveniente se intentara acceder a la independencia.». Esta idea ya la había expuesto varias veces, como en la Diada de 2014, o al escribir sobre los no chistes de Pujol, o al alertar del verdadero alcance de la enfermedad en Cataluña.

De hecho, el catedrático de derecho constitucional publicó un libro recopilando artículos suyos de La Vanguardia y El País con un título basado en una proclama (Avui paciència, demà independència) que oyó en las primeras grandes manifestaciones por la autonomía al comienzo de la Transición. En otro artículo explicaba la lógica del proceso de construcción nacional y la expansión del secesionismo apoyándose en la «espiral del silencio» a partir de dicha proclama.

Hay expertos en derecho que consideran (o lo han hecho) que existe la opción de un referéndum al amparo de los títulos III u VIII de la CE (con o sin reformas) para afrontar la situación actual en Cataluña, como el citado Francesc de Carreras, los también catedráticos Santiago Muñoz y Francisco Rubio, o algunos editores de Hay Derecho. No obstante, aparte de consideraciones prácticas, como las del notario Rodrigo Tena, creo que hay buenas razones jurídicas en contra de cualquier referéndum relacionado con la soberanía nacional con la Constitución actual debido a su título preliminar (de inspiración constitucional alemana), como las del penalista ‘Tsevan Rabtan’, el catedrático Jesús Alfaro o el abogado José Mª Ruiz Soroa.

Dadas las evidencias del plan separatista (una, dos, tres…) tramado por la extinta CDC armada por Jordi Pujol —plan que en «Madrit» no supieron descifrar a tiempo— no puedo dejar de lado en mi respuesta a Guru Huky el cómo se han ido formando las preferencias de muchos catalanes, como nos ha recordado M. Arias (al que me referí al comienzo de esta nota).

No es que no pueda abstraerme de cómo se ha manipulado a un buen número de españoles para que apoyen la secesión, o el derecho de autodeterminación de Cataluña, para convenir algo porque hay que atender sus sentimientos al estar frente a una situación de hecho. Me formé como ingeniero civil aprendiendo a aislar objetos físicos de su entorno esquematizando sus interacciones, pero también a alterar las realidades generadas a lo largo de siglos sobre el territorio mediante la construcción de terraplenes, desmontes, zanjas, trincheras, presas, cubiertas, depósitos, puentes, etc.

cabalgando tigre

Pues bien, mi respuesta sintética es que moralmente no puedo callar ni asumir el conceder algo a quien ha armado una posición a base de mentir.

También voy a defenderme de quienes pretenden quitarme derechos, y hacer de mí un desigual o un extranjero en la Cerdaña, Penedés o Ampurdán como ha recordado Juan Claudio de Ramón, sin que me importe lo que piensen, digan o puedan hacer.

Me considero un demócrata en el sentido que nos ha refrescado Miguel Ángel Quintana Paz, que no es el que nos contaron en el cole cuando hablaban de votar. Por ello lucharé como tal para evitar que la «»mayoría silenciosa» fíe sin remedio la suerte de España a políticos sin convicciones que se repartan sus ropas y echen a suertes su túnica», como Francisco Rosell teme que pueda llegar a suceder.

Carlos Jiménez Villarejo es uno de los ex fiscales del caso Banca Catalana que se querelló en 1984 contra el convergente Jordi Pujol por corrupción (de la que logró burlarse politizando la justicia al tapar la verdad con la señera y acusar a los socialistas de atacar a Cataluña). También colaboró con Podemos hasta que se percató de lo que realmente eran.  Recientemente ha publicado un artículo instando a que los ciudadanos no vayan a votar el 1-O —¡como si fueran a poder!— exponiendo las actuales tropelías secesionistas.

Lo remata diciendo que «algunos lo llaman «democracia». !Qué forma de falsear los conceptos e ignorar la realidad!». Evidentemente, Villarejo no está solo en su denuncia de la trampa antidemocrática desde una posición política de izquierda (que se supone que es la de los votantes de Podemos y sus «confluencias»). ¡Qué cacao tienen muchos votantes!

En síntesis: no entiendo la postura de los que consideran que hay que asumir la situación creada en Cataluña a base de mentiras para quitar derechos a los ciudadanos españoles.

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