Políticos contemporáneos y Miénteme

Considero que las mentiras de los políticos contemporáneos son cada vez menos soportables. ¿Hasta cuándo van a pretender seguir viviendo de cara a la galería? ¿En qué medida los ciudadanos hemos de ser espectadores o actores?

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La psicóloga Dra. Gillian Foster. Personaje de «Lio to me» (Fox 2009)

¿Qué saben hacer los políticos españoles? ¿Será comparable a lo que hacen en otros lugares? ¿Qué actividades desempeñan realmente? Según lo que declaran públicamente, el que sea iluso o poco escéptico creerá que todo lo que hacen es para servir a sus conciudadanos. En privado alguno llega a largar que se dedica a la compraventa y al cobro de comisiones.

¿Qué tendrían que saber para lo que deben realizar? ¿Qué valores deberían sustentar su conducta para poder ejercer decentemente las funciones? ¿Qué han de hacer para mejorar el bienestar de todos los nacionales y residentes en España? Según lo que vemos y escuchamos, se dedican a hablar, a comunicar, a explicar, a decidir, a aparentar, a adular, a mantenerse en el poder… Para ello dicen cualquier cosa que se les ocurra. Muchas de éstas son calificables de memeces o gilipolleces sin temor a equivocarnos un ápice.

El episodio vivido ayer en Valencia el día de la fiesta de su Comunidad me ha parecido esperpéntico. ¿Qué pretenden hacernos creer? Si Ric Costa goza de la confianza de Paco Camps, ¿por qué va a proponer el martes su «cese temporal»? ¿Por qué no dimite éste si es que Mariano Rajoy le presiona mucho ahora. ¿Pero no hablaba hace muy poco de indiferencia ante el caso y reiteraba su confianza en el molt honorable president? ¿No decía Camps que se debía sólo a los ciudadanos que le habían votado? ¿Qué está condicionando el comportamiento de este señor?

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Camps y Rambla en un acto institucional (J.Vicent, El País 091009)

Me gustaría que hubieran pasado unos cuántos años más y viésemos aquí alguno de los métodos que ya emplean en otros lares. ¿Qué diría el Dr. Lightman de «Miénteme» ante el lenguaje corporal de nuestros políticos? Me gusta más el personaje de este científico doctor en psicología que el Dr. House. La cuestión. ¿Debemos dejarnos gobernar por quienes sueltan tantas majaderías y mentiras?

Opino que la mayoría de los «políticos profesionales» quiere gobernar algo: un ayuntamiento, una diputación, una comunidad regional, un estado nacional, una unión interestatal… Unos lo logran y se ponen rápidamente a ello. El resto se dedica a «oponerse» a su gobierno en espera de que la coyuntura les dé otra oportunidad lo más pronto posible. Mientras tanto, los que pagamos «un huevo» (tanto como dice Camps que quiere a ‘El Bigotes’), ¿qué hacemos? ¿Nos dejamos mandar? ¿Por qué? ¿No sabemos o no queremos hacerlo mejor?

¿Hemos de aceptar lo que recordaba Pedro J. Ramírez sobre los políticos en una carta editorial? «Hay pocas virtudes que no poseyeran y pocos errores que no cometieran» (Winston Churchill, Cámara de los Comunes, 1945). También se preguntaba en la carta, respecto de las empresas que trabajaban en Valencia, «¿qué motivación podían tener esas compañías cuyos ingresos dependían de la Generalitat para contratar a un fulano que llega a Valencia con lo puesto y sin un mal perro que le ladre, pero con el mejor de los contactos?»

Muchos compañeros de estudios en la década de los setenta se han dedicado a la construcción de obras públicas. Entonces aprendimos en los pasillos y en las prácticas en empresas que, si querías lograr ciertas adjudicaciones, tenías que untar a los políticos de manera más o menos directa o escandalosa. Si no lo hacías te quedabas sin trabajo. Siempre había un competidor con menos reparos morales.

¿Cómo y cuándo nació esta práctica? Lo peor, para mí, es que se razonaba diciendo: «es lo que hay». El consabido «siempre se ha hecho así» se asumía como parte de las reglas del terreno donde había que seguir jugando. Para ello también nos preparaban en la escuela técnica superior. ¡Hay que llevarse los concursos «como sea»!, y resulta que muchos se adjudican «a dedo» porque es más ágil.

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Rainbow Warrior con el hotel El Algarrobico dentro del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar (Greenpeace 090716)

Ante los métodos de examen competitivo de los profesores (muy pocos con dedicación exclusiva), los alumnos respondían con sus procedimientos de copia para responder. Unos porque no estaban habituados a memorizar. Otros porque no lo estaban a razonar. Había muy pocas excepciones (± 5%). Solían darse entre los que conocían mejor el sistema por sus padres o hermanos mayores. Todos queríamos aprobar. Sospecho que la situación no ha cambiado sustancialmente, aunque la UE pueda contribuir a que suceda.

Gürtel, Malaya y la especulación sobre el suelo tan determinante en la última «burbuja inmobiliaria» son sólo consecuencias de esta forma de «trabajar». Estas corruptelas y corrupciones están demasiado extendidas como para que nos neguemos a ver que no son sólo cosa de bastantes políticos, constructores y estudiantes de nuestra sociedad. Opino que no lo hace «todo el mundo» pero, ¿es algo sólo de unos pocos? No lo creo.

¿Quién no ha quebrado normas éticas en alguna ocasión? ¿A nadie le remuerde la conciencia? ¿Qué podemos hacer los que no somos «profesionales de la política»? ¿Nos resignamos a vivir dentro de «la caja» y nos adaptamos a esta nefasta clase política actual? ¿Intentamos hacer evolucionar las cosas desde dentro pasando a ser actores desde una posición de espectadores críticos?

¿Hay otras opciones? ¿Sabemos de dónde viene esta situación? ¿Existe otro «Nuevo Mundo»? ¿Se puede ir? ¿Hay algún itinerario abierto por algunos pioneros?

Entradas de este cuaderno con alguna relación: La caja del problema de los políticos, ¿Jugamos a la política o desarrollamos algo?, La política de gastos y gestos.

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