La motivación de los talentos

Leyendo una interesante entrada de Un nombre al azar sobre un tema colateral me topo con la frase: 

«Ahora que empresario suena mal y estamos renovando el lenguaje habría que llamarlo emprendedor.»

Por el motivo que sea (si es que ha de haber alguno), se me ocurre pensar en la palabreja start-up, que tan de moda está entre nuestros emprendedores (los de las puntocom y los de la post-burbuja rebautizada como web 2.0).

Ello me transporta a unas recientes reflexiones de Infoman sobre que, en las startups:

«pocos tienen pensado cómo van a: […] Gestionar el talento […]»

A mí, lo de «gestionar el talento» me lleva a otra expresión similar: «motivar a los empleados». A su vez, ésta me recuerda siempre una frase de cuando trabajaba en DEC con mi mentor y amigo Bienve. Un hombre fuera de lo común que, entre otras lecciones, me decía sabiamente algo así como: «a los empleados no hay que motivarlos, sino no desmotivarlos, porque cuando entran en la empresa vienen muy motivados».

Otra inquietud que nos hacía discurrir era el «agravio corporativo», como decían quienes, habiendo escuchado campanas sin saber dónde, se referían así a las «comparaciones odiosas» entre los salarios de los departamentos. Esto podría llevarnos nuevamente al comienzo de esta entrada, pero no me voy a dejar. Bueno, lo cierto es que, por lo que fuese, Bienve y yo éramos considerados bastante heterodoxos en relación con las denominadas políticas de empleo y de compensación [allí eran employment y compensation & benefits].

Y lo de la heterodoxia me ha conducido a una entrevista al profesor de filosofía de la UCM Carlos Fernández Liria publicada hace poco. En ella, a propósito de la materia de «educación para la ciudadanía», con la que discrepa profundamente por orientarse a valores en lugar de a contenidos, manifestaba que:

«La tendencia educativa es a deteriorar el contenido y apostar por una gestión asistencial del material humano. Se asocia educación con psicopedagogía y orientación social. Esto es una estafa, una mentira que oculta un problema.»

Y no sigo porque lo que me ha venido ahora es lo de la «desaceleración acelerada» que tenemos en España y bueno, como que no es plan. Si me desvío ahora por esta senda voy a desbarrar en demasía.

Recogiendo velas, y volviendo a lo que iba, ¿para qué diantres se necesita gestionar el talento de quien es accionista en un cierto porcentaje por asumirse que tiene algo relevante para la empresa en cuestión? ¿No debería ocuparse el más experto en alinear los objetivos e instruir a los noveles talentosos en los contenidos necesarios que aún ignoran? ¿Cómo van a prevenir su desánimo si los «gestionan» siguiendo algún manual? ¿Por qué debemos emplear vocablos nuevos para referirnos a situaciones, conocimientos, habilidades, etcétera que los psicólogos evolutivos son capaces de rastrear hasta tiempos prácticamente ignotos?

Hablamos de start-ups, emprendedores, emprendizaje, emprendimiento, emprendiduría… y, mientras tanto, los sindicatos siguen la pista del dinero aplicando de manera sui géneris el principio de los vasos comunicantes. ¡Sí que hay que tener talento para que los gestores que pregonan la innovación acepten que los distingos salariales se igualen por arriba!, como  «Un nombre al azar» nos recuerda.

Parece que, como los empresarios deben de ser unos explotadores, los políticos han de estar al quite y aplicarse al diálogo social, que para eso les votan los ciudadanos bien educados… El problema es que, en una economía global, el empleo que sigue a las inversiones se rige por otros  principios, creo yo.

[Ilustración de Iván Solbes, Público. Está en otra inspiradora entrada de Fdez. Liria sobre cómo unos estudiantes con talento se han opuesto a la gestión mercantilista del «Proceso de Bolonia» que han hecho la CRUE y ANECA en contra de los fundamentos de la universidad.]

1 comentario en “La motivación de los talentos

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