La supuesta solidez empresarial

Es muy común asociar el tamaño y grado de diversificación de las empresas con su hipotética solvencia. En esta entrada comento el caso de una de proyectos de ingeniería de sistemas industriales que ya no busca la solvencia (capacidad de hacer frente a sus compromisos) a través de la imagen transmitida por sus oficinas. Bastante habría que reflexionar hoy sobre muchas "grandes empresas".

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Edificio de empleados en la abandonada acería de Bethlehem en Nueva York (cc Jay Morrison, set en Flickr)

La semana pasada estuve con un antiguo compañero de trabajo de mi quinta que abandonó el abrigo del empleo en una multinacional hará casi veinte años. Para situarnos contaré que fundó una pequeña empresa de servicios de informática industrial junto a otro socio, llegando a tener que pagar mensualmente una nómina de más de 40 empleados. Él dirigía y protagonizaba el proceso productivo mientras que su socio se hacía cargo del área económico-administrativa.  

Hace unos nueve años vendió su parte al colega con la intención de tomarse un respiro en su acelerada actividad profesional. Llegó un momento en que sólo sentía que estaba trabajando para resolver los problemas de sus empleados, más que hacerlo para los de sus clientes o disfrutar trabajando en lo que le gustaba. En su día me comentó que quería poder liberarse, al menos durante un tiempo, de la «carga de la nómina» y de la hipoteca de la oficina que habían adquirido, cargas que sentía que tenía que soportar solo.

No tardó muchos meses en crear otra nueva empresa en el mismo sector, que es el que domina y donde es considerado un excelente profesional. Estuvo trabajando prácticamente en solitario al comienzo de su regreso para poder hacerlo a su aire. No obstante, el tener que responder a más peticiones de sus clientes ha ido llevándole a contratar nuevamente a empleados y a adquirir compromisos con otros colaboradores. Hoy brinda trabajo a una decena de personas que, en mayor o menor medida, dependen de su iniciativa y prestigio profesional.

Su anterior experiencia de diversificación, al invertir en un local propio para intentar transmitir una imagen más sólida en su actividad de servicios, no resultó como esperaba. Desde que se hipotecaron estuvieron sufriendo problemas de tesorería derivados de los pagos de la oficina. Además de las tensiones que ello le generó, la primera empresa que fundó sufrió un bajón en su actividad que la condujo al cierre seis años después de que él la dejara. Cuando su ex socio intentó vender el inmueble para pagar las últimas nóminas e indemnizaciones, no pudieron hacer líquido su activo con la rapidez y valor que se suponía que tendría, a pesar de que entonces no había crisis. El local que teóricamente aportaba una imagen de solidez y solvencia fue «malvendido» por el banco para liquidar las deudas y pasivos laborales acumulados. Hoy habría sido peor dada la situación del mercado inmobiliario.  

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Taller de mecánica en la abandonada acería de Bethlehem en Nueva York (cc Jay Morrison, set en Flickr)

Por consiguiente, la nueva empresa de mi amigo no tiene una oficina, ni siquiera alquilada, al menos de momento. Trabajan en las instalaciones de los clientes y en sus despachos domésticos. Complementan su coordinación telefónica y electrónica con reuniones para disfrutar de una comida, participar en cursos de formación o realizar actividades o deportes en grupo.

Ello les plantea algún problema de imagen comercial en ciertos casos, pero tratan de solventarlos apoyándose en los buenos resultados que van obteniendo en los proyectos de sus grandes clientes y, sobre todo, no olvidando lo aprendido. Crecer para poder asumir mayores compromisos y ofrecer una mejor imagen de solvencia puede llevarles a situaciones que les alejen mucho de su objetivo de disfrutar mientras trabajan, aparte de que pudiera tratarse tan sólo del montaje de un espejismo. 

En esta ocasión hablamos de cómo marchaba nuestro negocio y se interesó por mi opinión acerca de cómo iba a afectarnos la crisis económica, que nos afecta por la morosidad. Me comentó que él estaba tranquilo por su cartera de proyectos en América del Sur. Cubría ya razonablemente la capacidad de servicio de las personas a las que brinda un medio de vida, casi todas en España.

Sin embargo, sus expectativas domésticas eran malas. La gran empresa internacional para la que más trabaja, que vende equipos sofisticados y le subcontrata una parte de sus grandes proyectos de automatización industrial en España, estaba sufriendo un parón significativo en su actividad. Su preocupación actual era averiguar cómo poder traer los excedentes económicos generados allende el gran océano debido a que los gastos de su gente se realizan en este lado.

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Vista superior taller en la abandonada acería de Bethlehem en Nueva York (cc Jay Morrison, set en Flickr)

Convinimos en que debíamos de estrechar más la colaboración actual y ponernos a vender conjuntamente nuestro software de gestión de procesos operacionales y sus servicios de implantación y soporte. Entendimos que, en las circunstancias actuales, la carencia de una gran marca e imagen comercial para competir con las grandes empresas de implantación de sistemas podría compensarse con las buenas referencias de los clientes existentes, así como con nuestros menores precios dados nuestros gastos.

Comento esta pequeña y cercana historia en el cuaderno porque, en los meses próximos, me gustaría poder reflexionar sobre varios asuntos. Me interesan la construcción de la reputación profesional y la imagen comercial, la influencia de los activos digitales frente a los materiales, los límites para que las empresas crezcan y se diversifiquen, el impacto de las TIC en las formas y dimensiones organizativas

Empresas muy grandes y sólidas, como la acería de la que provienen las imágenes que ilustran esta nota, han desaparecido dejando sólo un rastro de contaminación ambiental.

También me gustaría descubrir cómo se monta la imagen de algunos directivos en empresas que suelen considerarse como referentes económicos. Además, me resulta llamativo que, en tiempos difíciles, haya bastantes que pensemos que se debe recurrir más a equipos o profesionales que no están dentro de las organizaciones tradicionales, aunque se trate de las más cualificadas o especializadas. Mucha materia resulta, pero ya irá cayendo.

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