Expectativas, palabras y pensamientos

Los que escribimos en un cuaderno electrónico público tenemos y mezclamos distintos motivos. Los que los leemos también tenemos diferentes expectativas e intereses. Mi anotación previa me ha ilustrado algo más sobre ello. También me ha hecho volver a pensar sobre las palabras compartidas.

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Palabras en evolución (via The Daily Galaxy 071012)

En la entrada anterior expresé ciertos puntos de vista sobre la educación en España. Recogí algunos datos, refrendé opiniones ajenas y mencioné alguna de mis experiencias como docente. Escribí sobre éstas para tratar de enmarcar las eventuales expectativas que pudiera despertar la introducción realizada al tema. Algo sé del sistema educativo español, pero no lo suficiente como para meterme en muchas profundidades o recomendaciones. Pretendía sentar una base para que los eventuales lectores no esperasen demostraciones de causas ni justificaciones de propuestas. Al menos, no en ella. Sin embargo, creo que no lo logré; como poco hay un caso que lo atestigua, aunque sea uno muy particular.

Me parece que en los seis meses de vida de este cuaderno, con anotaciones que han estado igual de mal o bien fundadas que la anterior, he aludido alguna vez a mis experiencias para usarlas como fuentes de datos, pero no para intentar establecer unas «credenciales» como opinador. El distingo que me debió de impulsar el otro día a mencionarlas con el propósito implícito de rebajar expectativas pudiera derivar del hecho de que aún trabajo como ingeniero y empresario. En cambio, la educación reglada española sobre la que escribí no está ahora entre mis medios de vida. Probablemente por ello me sienta más intruso a la hora de opinar sobre unos asuntos más que de otros.

Imagino que otro motivo por el que cité mis experiencias es que no me gusta escuchar o leer a quienes manifiestan que no saben nada sobre lo que van a decir y que, no obstante, se aplican a ello seguida y aplicadamente. Creo que hay una frase de Orson Welles que viene al caso: «Muchas personas son demasiado educadas para hablar con la boca llena, pero no se preocupan por hacerlo con la cabeza hueca.»¿Por qué no guardamos silencio en este tipo de situaciones si no estamos buscando únicamente el entretener al prójimo?

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Anotando en cuaderno (cc piglicker, Flickr 081105)

Supongo que será, al menos en parte, porque nos gusta ser los protagonistas durante ciertos momentos de nuestra existencia. Ello supone, ¿por qué no recordarlo?, una buena terapia afectiva, cuando funciona. Otro buen motivo es el de la charleta social orientada sólo a relacionarse y pasar un rato con otros miembros del grupo. Esto, en muchas ocasiones, se llama crudamente bullshit. También debe de ser porque hablar o escribir ayuda a pensar y razonar, aunque hacerlo sin premisas, sin datos, sin información previa sea ilógico.

Tras leer una entrada como la que precede a ésta, algunos quedarán defraudados al no encontrar soluciones o acciones que intenten resolver la «verdad incómoda» de la educación. Es lo que le ocurrió a mi esposa, que vio por vez primera una anotación de las que escribo «en internet» después de varios meses de decirme que sentía curiosidad por saber qué era eso de lo que le hablaba a veces. Yo esperaba ese momento con interés. En otras ocasiones había leído informes o mensajes míos antes de enviarlos para difundir situaciones, valorar opciones, comprobar comprensiones o descubrir errores.

Aunque usa el correo electrónico y accede a sitios web desde hace años, no había visto un blog hasta el día de Navidad. El desencadenante de que lo hiciera fue casual: entró en el despacho doméstico justo cuando yo apretaba el botón de publish. Se interesó por si aquella página era la del cuaderno electrónico. Le aclaré que era el panel de control y la animé a que se conectara desde la máquina del salón para leer con tiempo lo que acababa de publicar. Quería conocer su opinión como persona muy cercana, aunque muy ajena a este heterogéneo «mundillo» que, como apunta el término, lo forma un conjunto reducido de la población

¿Qué pasó? Que recuerde, es la primera vez que me dice que no le ha quedado suficientemente claro lo que pretendía con mi texto. Lo había entendido bien pero, tras leer la introducción, esperaba algo más específico, alguna recomendación o solución al problema enunciado. No sé si es que tenía una expectativa sobre los blogs que no se correspondía con lo que acababa de leer o es que tenía una idea sobre mis escritos que no había seguido en éste. Para intentar una defensa digna, le sugerí que no comenzara las lecturas desde ideas preconcebidas y que se mantuviera abierta a las informaciones de su entorno, sin esperar nada de antemano.

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Casco de pensar (via The Daily Galaxy 080307)

Hablamos también de que hay muchas clases de cuadernos de bitácora en internet, y de que tienen propósitos muy diferentes. Si miro mi blogroll, ¿qué tienen en común las anotaciones de Kurioso, Pseudópodo, Perogrullo o Nubeblog con las mías? No ocurre lo mismo que con los logbooks de navegación que conocemos de nuestras excursiones marítimas. 

En mi caso particular, en este weblog he buscado juntar datos, enlaces y reflexiones propias o ajenas con algún orden para ayudarme a pensar sobre alguno de los asuntos que me interesan o llaman más mi atención en cada momento. Si eso es todo, ¿para qué hacerlo en público?, es lo que debió de pensar mi esposa por la cara que puso.

Añadí que quería ir confeccionando un cuaderno que me sirviera como referencia para poder consultarla más adelante desde cualquier parte. También le dije que deseaba practicar y perfeccionar mi escritura porque me ilusionaba encontrar otras personas con quienes compartir, contrastar y confrontar ideas sobre el tema de turno. Si cuando crecieran mis sobrinos quisieran saber algo más de la vida de su tío, allí encontrarían material adicional. Si otros lectores pudieran sacarle algún provecho extra, bienvenido sería. Si, además, se animasen a conversar aportando alguna objeción, aclaración, ampliación o vínculo para poder ir más allá de mis letras, pues miel sobre hojuelas. 

A los intereses anteriores debo sumar el de que me gustaría seguir aprendiendo a mezclar las palabras más y mejor. Creo que uno puede encontrar mejor la inspiración o descubrir una relación oculta en los entresijos de la naturaleza o del cerebro mientras está leyendo, pensando, escribiendo, jugando o haciendo algo relacionado con la materia en cuestión. Por consiguiente, no me pongo a hablar o escribir sobre asuntos que desconozco por completo. En estos casos, antes pregunto y busco algún buen material que leer o historia que ver (aunque esto en mucha menor medida).

Las observaciones de lo que me rodea y las lecturas permiten que vaya abriendo un camino que, a veces, trato de ampliar redactando. Leyendo y escribiendo mucho terminas aprendiendo a juntar palabras siguiendo las reglas del lenguaje que utilizas. Esta capacidad es un útil sencillo y muy poderoso. El aprendizaje del lenguaje sirve para pensar, además de para comunicar, lo que muchos parecen ignorar. 

De momento lo voy a dejar aquí. Ya trataré de regresar a la educación el próximo día.

Entradas de este cuaderno con alguna relación: Educación: una verdad incómoda, La motivación de cada uno, Inquietudes e intenciones

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4 comentarios en “Expectativas, palabras y pensamientos

  1. Siempre me pregunté el porqué de la variedad y/o disparidad de lecturas e inquietudes que tenías… creo que esta entrada resuelve todas y cada una de mis dudas.

    Gracias

  2. Querido y curioso José, me alegro de poder ir despejando alguna duda ajena en el viaje que trata de resolver alguna de las propias. Gracias por compartir.

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